La mar de aventuras

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Colin Woodard. La república de los piratas.

Ed. Crítica, Barcelona, 2008

Decir pirata es algo más que decir una actividad propia de marinos intrépidos (por desgracia, la expresión se extendió incluso ya por tierra firme), pues en ello va implícito el duelo, la aventura, la estrategia y una idea de la justicia distributiva con peculiares connotaciones morales. Pero ha de entenderse también como un sustrato literario riquísimo a lo largo de la historia del hombre (y en ello la alusión a la obra de autores desde Stevenson a Vizinczey), y una aportación ineludible al conocimiento de los mundos remotos, y, al fin, un viaje al fin del corazón del hombre. De ahí que siempre resulte oportuno un libro que se ocupe de la república de los piratas (otra cosa es añadir la referencia: la verdadera historia…) por cuanto la actividad como tal sigue vigente (mutatis mutandi; han cambiado el botín y los métodos) y la seducción de la aventura siempre viva en el lector. En el presente libro, Woodard, un acreditado especialista en temas marinos, se circunscribe al verdadero mar de los conflictos, el Caribe, donde tuvo su auge y gloria aventurera la vieja actividad. “De pronto, para gran inquietud de Whitney, apareció un fogonazo y una columna de humo que salían de la popa de aquel barco tan enorme que fondeaba en medio del puerto…” Era un barco pirata. La lucha está servida; ¿cuál será el botín? Lean: a babor y a estribor

 

Quevedo y su circunstancia

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Quevedo, en verdad, no era muy agraciado físicamente, y ello era un condicionamiento en una sociedad tan excluyente. Más pertenecía, o pretendía pertenecer, a dicha sociedad; optó, pues, burla burlando, por salvar el escollo de una forma digna, ejemplo ilustrativo de lo cual pudiera ser el Memorial a una Academia, donde se adelanta a hablar de sí mismo para decir entre otras cosas que ‘es de buen entendimiento, pero no de buena memoria; es corto de vista, como de ventura; hombre dado al diablo, prestado al mundo y encomendado a la carne; rasgado de ojos y de conciencia; negro de cabello y de dicha; largo de frente y de razones; quebrado de color y de piernas; blanco de cara y de todo; falto de pies y de juicio; mozo amostachado y diestro en jugar las armas, a los naipes y a otros juegos; y poeta sobre todo, hablando con perdón, descompuesto componedor de coplas, señalado de la mano de Dios’.

De: El tempo en las manos

Louise Bourgeois (8522988358).jpg

 

Ignoro qué quería decirme la araña

¿Tal vez exhibir sus innatas cualidades para la danza, esa que se desarrolla en buena parte de puntillas, algo a lo que ella está tan habituada? Pero, ¿qué podría sugerirle yo allí, sujeto a la antigua postura fecal en el retrete?

¿Me estaba amenazando?

¿Acaso se me estaba insinuando, a sabiendas de mi desnudez?

Al final la pisé (la espachurré) no tanto por miedo sino constreñido por las emociones.

Casi siempre me ocurre así; me pueden

 

De Antología-17

 

RUI

Están ya en vigor el invierno

y la esperanzada filosofía…

 

 

Al cielo lo adorna el pájaro al volar

como si fuera un dibujo.

 

¿Ves cómo esperan la montaña y la camelia?

 

Yo también quisiera un alma, y confiar

De Diario.2

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«El cielo es azul pizarra y rosa desvaído y la imagen es la noción del norte»

Don Delillo

La marca escrita de los días (así es este cuaderno) ayuda a rehacer la sensación de vida que se habrá acumulado como memoria. Se trata de un ejercicio (¿inofensivo?) más, el camino hacia una forma de melancolía

*

A veces las palabras que me vienen al discurso de la inteligencia parecen faltas de entrenamiento, de precisión. Entonces el discurso falsea mi intención, mi voluntad. Eso me desazona y, seguro, al lector

*

Esa mujer seria, circunspecta, con la que me cruzo cada mañana, hoy habrá pensado, aliviada, que, por fin, todo está en orden. Me ha visto con compañía femenina. (Tal vez en adelante decidamos saludarnos)

*

“Pero es que tú piensas las cosas enteras –le respondió-, tú eres un narrador. Y él solo es un poeta”

 

Aforismo.C Otoño

 

*»Si el Otoño no lo ha guardado en la memoria es que su interior era falso». Así pensaba y vivió el maestro que nos enseñó a amar la lluvia

*¿Y la música en la hoja que, al caer, danza el ‘Otoño’?*

Las hojas se disponen sobre la hierba según su sonrisa, su palabrería, su grado de reconvención… Otoño es el enigma

 

Paisaje con agua

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Otra cosa fue hacia el atardecer, cuando el ánimo ya ha conseguido acomodarse a lo nuevo. Entonces accedimos a la magnífica y opulenta  Gran Plaza: la sensación plástica es muy efectista: fachadas ordenadas y distintivas –incluso entre sí-; presencia de los poderes: el administrativo, el de los antiguos gremios (algunos queriendo emular los fastos monárquicos con revestimientos –caprichos de nuevo rico- de paneles de oro) La presencia ‘onerosa’ de la iglesia, curiosamente, no se exhibe aquí, pero ya está bien presente en toda la ciudad, y la nación. Tampoco ese muñeco meón, el Manneken pis cuyo trazado mingitorio no han aclarado todavía si pretendió, en su día, invalidar la carga de dinamita del barril asesino o si es una velada admiración a las razones íntimas que el cuerpo humano sigue guardando para sí. Con todo, una ironía que nunca viene mal en estos avejentados cielos, brumosos por lo común

Aforis C.5

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*El arte que el hombre ha ido legando a lo largo de la historia posee, ante todo, la belleza de su raro silencio. Él es quien, en realidad, primero encanta, seduce, acoge*

*El invierno basa en el silencio su autoridad*

*Me temo que ese ingrávido silencio del mar tiene mucho que ver con un argumento filosófico cuya antigüedad y precisión desconocemos*

Sicilia por la orilla

 

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Caltanisetta tiene plazas, palmeras y, a su vera, aparecen ya preciosos ejemplos de esas iglesias con un bis palaciego, de luminosa decoración, limpias y hasta cierto punto acogedoras. Uno, dentro, no se siente cohibido, amenazado. Antes bien se siente distinguido, realzado, un efecto tranquilizador que se repetirá en numerosos ejemplos posteriores. También se pueden apreciar, respondiendo a los principios de simetría y perspectiva que animaron el nacimiento de tantos centros urbanos diseñados a partir de los criterios del Barroco, las serenas fachadas palaciegas, hoy un tanto desconchadas por efecto del tiempo y la crisis económica (Tal cultura arquitectónica constituye una premisa esencial en esta isla, y así, una ciudad como Módica se anuncia como el corazón de la tierra del Barroco; y Catania como un ejemplo vivo)